Del sábado al domingo: la transformación del tiempo sagrado en el cristianismo primitivo
La cuestión de la abolición del Sabbath provoca a menudo acaloradas discusiones en los círculos cristianos. Frecuentemente se afirma que el mismo Jesucristo canceló el día de reposo sabático, sin embargo, un análisis histórico objetivo revela otra realidad. Antes de sacar conclusiones definitivas, es necesario recurrir a los hechos, examinar detenidamente las fuentes primarias y analizar el proceso de transformación de las tradiciones religiosas.
En las diversas confesiones cristianas existe la creencia extendida de que su doctrina es una continuación directa de las enseñanzas y el modo de vida de los apóstoles. Sin embargo, ¿reflejan realmente las prácticas eclesiásticas modernas el cristianismo primitivo tal como lo conocieron los primeros seguidores de Jesús? En particular, surge la importante pregunta: ¿cuándo y por quién se instituyó la adoración en domingo en lugar del reposo sabático prescrito por la Torá?
Los hechos históricos permiten rastrear el origen de esta tradición. El primer reconocimiento oficial del domingo como día de descanso tuvo lugar el 7 de marzo del año 321, cuando el emperador romano Constantino I el Grande emitió un edicto al respecto. Este gobernante, quien ocho años antes había permitido por primera vez la libre práctica del cristianismo, declaró el domingo como día de reposo, sustituyendo así el tradicional día sabático para los cristianos. Antes del edicto de Constantino, los ciudadanos del Imperio Romano celebraban ese día como el «día del Sol», lo que indica la posible influencia de prácticas paganas en este proceso.
Algunos investigadores sostienen que la razón de este cambio residía en el deseo de perpetuar el día de la Resurrección de Cristo. Sin embargo, en los textos del Nuevo Testamento no se encuentran indicaciones directas de la necesidad de adorar específicamente en domingo. El Nuevo Testamento no nombra el primer día de la semana como «día de la resurrección», sino que simplemente lo define como el «primer día de la semana». Además, en ningún lugar se estipula que la Cena del Señor deba celebrarse exclusivamente en domingo. El apóstol Pablo, en sus cartas (1 Cor. 11:18, 20, 33, 34), no asocia este sacramento a un día específico de la semana. Incluso los primeros autores cristianos, como Barnabás y Justino Mártir, consideraban el domingo solo como un motivo secundario para el culto, y no como una prescripción teológica fundamental.
Tras la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., los cristianos que lograron escapar de la ciudad continuaron observando el Sabbath. Según el testimonio del historiador Epifanía, a estos cristianos se les llamaba «nazarenos», puesto que se aferraban a los rituales tradicionales judíos, entre ellos el Sabbath, la circuncisión y otros mandamientos de la Torá. Esto demuestra que, hasta el final del siglo I, la iglesia de Jerusalén continuó honrando el Sabbath, sin que se produjera ningún cambio oficial hacia el domingo.
Sin embargo, en el año 135 d.C., tras la supresión de la revuelta de Bar Kojba, el emperador Adriano destruyó Jerusalén y prohibió las prácticas religiosas judías, incluyendo la observancia del Sabbath y la circuncisión. Reasentó la ciudad con nuevos habitantes, y a los judíos –incluidos los judío-cristianos– se les prohibió establecerse allí. En ese momento, en Jerusalén se formó una pequeña comunidad de cristianos gentiles, que comenzaron a distanciarse de la tradición judía e introdujeron la celebración de la Pascua en domingos.
Esta ruptura entre los cristianos judíos y gentiles provocó ulteriormente cambios litúrgicos. Aquellos que se desligaron del judaísmo adoptaron un nuevo día de adoración: el domingo. No obstante, en los primeros siglos del cristianismo este cambio no fue universal. Al contrario, los testimonios de los Padres de la Iglesia indican que el Sabbath siguió siendo observado por numerosos cristianos en diversas regiones.
La iglesia romana jugó un papel clave en la adopción definitiva del culto dominical. En el siglo II, Justino Mártir, que vivía en Roma, se pronunciaba enérgicamente contra el reposo sabático, calificándolo de «obsoleto» y «ajeno» para los cristianos. Al mismo tiempo, en Roma se instauró el ayuno en los sábados, lo que contradecía la tradición judía de celebrar alegremente ese día. Esta costumbre tenía como finalidad no solo expresar el dolor por los sufrimientos de Cristo, sino también demostrar un «desdén hacia los judíos y su Sabbath», según afirmaba el Papa Silvestre.
Progresivamente, la interpretación teológica del Sabbath fue cambiando. En la tradición cristiana occidental, el día sabático dejó de ser considerado un día de júbilo y se transformó en un día de luto y ayuno, mientras que el domingo fue proclamado día de regocijo. Esta oposición consolidó el dominio del domingo en el calendario cristiano.
Concilios y la lucha contra las tradiciones judías
Durante los siglos IV y V, los concilios eclesiásticos adoptaron repetidamente decretos dirigidos contra la práctica de observar el Sabbath. Por ejemplo, el Concilio de Nicea (325 d.C.) estableció que los cristianos debían «evitar cualquier participación en las costumbres y tradiciones judías». El Concilio de Antioquía (345 d.C.) prohibió celebrar la Pascua junto a los judíos, amenazando con la excomunión a quienes continuaran haciéndolo.
Esta línea anti-judía continuó en los siglos siguientes. En el año 538, el Concilio de Orleans prohibió trabajar en domingo, aunque permitía la asistencia a los servicios religiosos en sábado. En el 585, el Concilio de Mâcon ordenó la estricta observancia del domingo, y en el 589, el Concilio de Narbona estableció la prohibición definitiva de observar el Sabbath.
Tales prohibiciones evidencian que la observancia del Sabbath seguía siendo una práctica extendida entre los cristianos. De haberse extinguido ya esta tradición, no habría sido necesaria una imposición tan insistente de prohibiciones.
Los hechos históricos muestran claramente que el Sabbath no fue cancelado ni por Cristo ni por los apóstoles. La iglesia primitiva, especialmente en Jerusalén, continuó honrando el día sabático de acuerdo con la tradición. Sin embargo, como resultado de cambios políticos y teológicos iniciados en Roma y Alejandría, el domingo fue gradualmente sustituyendo al Sabbath en la práctica cristiana.
Así, el cambio del día del culto no se produjo a raíz de una revelación teológica, sino bajo la influencia de tendencias políticas, sociales y anti-judías en el Imperio Romano. La cuestión del Sabbath permanece abierta a cada creyente, y su estudio requiere un análisis minucioso de las Escrituras y de la historia.
La posición de la iglesia católica respecto al cambio del día sabático al domingo
La iglesia católica declara abiertamente su papel central en el cambio del día del culto, subrayando que esta transición es una iniciativa exclusivamente suya. En la publicación The Catholic Press (Sídney, Australia, agosto de 1900) se afirma:
«La Resurrección es una institución católica, y su observancia solo puede justificarse en base a la autoridad de la iglesia católica… No existe en la Sagrada Escritura ningún pasaje que justifique el traslado del culto semanal del último al primer día de la semana.»
El American Catholic Quarterly Review (enero de 1893) emite una declaración aún más categórica:
«El protestantismo, al rechazar la autoridad de la iglesia católica, no tiene fundamentos adecuados para su teoría dominical y, lógicamente, debería observar el Sabbath como día de reposo.»
Reconocimientos similares se encuentran en otras fuentes católicas, confirmando que el cambio del día del culto es el resultado de la autoridad eclesiástica y no de un mandamiento bíblico.
En 1903, el sacerdote Brady, en su discurso publicado en Elisabeth, N. J. News, subrayó:
«La Biblia en modo alguno apoya a los protestantes en la observancia del domingo. La Resurrección es una institución de la iglesia romano-católica, y quienes la observan siguen el mandato de la iglesia católica.»
Esta posición se expresa claramente también en trabajos católicos posteriores. En el libro Forbidden Sunday and Feast-Day Occupations (p. 2) de Vincent J. Kelly se afirma:
«Dios ha dado a su iglesia (católica) la autoridad para designar cualquier día o días que considere necesarios para la adoración. La iglesia eligió el domingo, el primer día de la semana, y con el tiempo añadió otros días sagrados.»
La iglesia católica también reclama su derecho exclusivo a la autoridad religiosa, como lo evidencia la encíclica del Papa León XIII (20 de junio de 1894):
«Nosotros ocupamos en esta tierra la posición del Dios Todopoderoso.»
Esta declaración se refuerza con una publicación en The Catholic National (julio de 1895), donde se afirma:
«El Papa no es solo el representante de Jesucristo, sino el mismo Jesucristo, oculto bajo el disfraz de la carne.»
Los grupos protestantes que han adoptado el culto dominical, según los autores católicos, reconocen así la autoridad de la iglesia romana. En Our Sunday Visitor (5 de febrero de 1950) se señala:
«Los protestantes… aceptan el domingo como día de culto más voluntariamente que el Sabbath, tras el cambio impuesto por la iglesia católica… pero la mente protestante parece no darse cuenta de que, al observar el domingo, reconocen la autoridad del representante de la iglesia – el Papa.»
Esta idea también se refleja en el trabajo S. D. Moshna Storia Della Domenica (1969):
«No es el Creador del Universo del Libro del Génesis 2:1–3, sino la iglesia católica la que puede reclamar el honor de proporcionar al hombre una pausa de siete días en su trabajo.»
La declaración histórica de The Most Holy Councils, citada por Philipp Lobbe y Carrell Cosart, confirma esta afirmación:
«Afirmamos que el Santo Sede Apostólico (el Vaticano) y el Papa romano tienen preeminencia sobre todo el mundo.»
Así, la iglesia católica reconoce abiertamente que fue ella – y no la Sagrada Escritura – quien estableció la tradición del culto dominical. En A Doctrinal Catechism (Peter Heiderman, 1957) se dice expresamente:
«Observamos el domingo en lugar del Sabbath porque la iglesia católica trasladó la sacralidad del Sabbath al domingo.»
Esta idea se resume en The Catholic Universe Bulletin (14 de agosto de 1942, p. 4):
«La iglesia sustituyó la observancia del Sabbath por la observancia del domingo en virtud de la autoridad divina infalible que le fue conferida por su Fundador, Jesucristo. Un protestante que afirma que la Biblia es la única guía de la fe no tiene fundamento para observar el domingo. En esta cuestión, los adventistas del séptimo día y los pentecostales sabatarios son los únicos protestantes consecuentes.»
El contexto histórico de las prácticas judaicas en el cristianismo primitivo
El cuarto argumento a favor de la preservación de la herencia judía en la iglesia primitiva es la continuidad de prácticas que no fueron afectadas por los edictos del emperador Constantino. Las evidencias históricas indican que, durante siglos después de Cristo, una parte significativa de las comunidades cristianas continuó observando el Sabbath y otros mandamientos del Antiguo Testamento. Esto confirma que el cambio del día de adoración del Sabbath al domingo no fue resultado de la enseñanza de los apóstoles, sino la consecuencia de decisiones político-ecclesiásticas adoptadas posteriormente.
